Alimentación sana: Una pausa para comer

Alimentación sana. Una pausa para comer


Teresa Chueca
Nutricionista (CNP 5817)
Máster en mindfulness
@Para_Respira_Repite​

Alimentación sana. La comida tiene una carga emocional inherente. Desde que nacemos, cuando recibimos nuestro primer alimento ya sea leche materna o fórmula, la persona que nos alimentó no sólo nos dio los nutrientes necesarios para crecer y desarrollarnos; sino que también nos transmitió amor, apego y seguridad.

Luego, al tener nuestras primeras vacunas, aprendimos a asociar el dolor con recibir un caramelo o un chupete para aliviarlo. Y así sucesivamente, aprendimos a usar la comida como un regulador emocional.

Cuando tenemos un mal día solemos tranquilizarnos con comida, y cuando queremos celebrar algo también lo hacemos con ella.
Y es que, la comida no tiene sólo la función de nutrirnos y llenarnos, es una forma de expresarnos, comunicarnos, compartir, ayudarnos a regular nuestras emociones y darnos placer. El problema, es cuando se convierte en nuestro único recurso de calma emocional y en la única fuente de placer en nuestra vida, o cuando la usamos para entumecer y dejar de sentir cualquier emoción desagradable que aparezca en nuestro cuerpo.

Es ahí cuando puede generarnos problemas de peso y de salud como hipertensión, niveles elevados de colesterol o triglicéridos, prediabetes y/o diabetes, además de una desconexión con nuestras sensaciones corporales.

A raíz del avance tecnológico y la constante presión social hemos ido convirtiendo el comer en una actividad “sin razón», en algo que hacemos como complemento de otras cosas, en piloto automático. Por ejemplo, comemos mientras avanzamos cosas del trabajo, mientras revisamos redes sociales, mientras leemos, mientras vemos televisión y/o mientras vamos de un lugar a otro. Parece que cada vez tiene menos lugar en nuestra vida y ha quedado en un segundo plano.

Alimentación sana. Hemos ido perdiendo esa conexión con nuestro cuerpo y con nuestros sentidos, esos que nos permiten disfrutar además de nutrirnos.
Aunque es cierto que muchas somos de buen comer, que nos gusta experimentar sabores nuevos y que nos encanta disfrutar de los momentos relacionados a la comida, esos momentos son cada vez menos y se reducen a uno o dos días a la semana. El resto de la semana normalmente vamos a mil y no nos da tiempo de hacer algo tan básico como comer.

Solemos pasar muy rápidamente de la restricción al exceso. De casi no comer por falta de tiempo o restringirnos para «cuidarnos», a atiborrarnos de comida hasta no poder respirar con facilidad y/o sentir culpa.

Alimentación sana

Estamos tan distraídas e inmersas en otras actividades «más importantes» que muchas veces no escuchamos a nuestro estómago, y no sabemos si tenemos hambre hasta que “nos comeríamos una vaca entera” o si ya estamos saciadas antes de terminar el plato. Comemos porque es la hora o porque cuando nos comienza a doler la cabeza nos damos cuenta de que ya es tarde y aún no hemos almorzado, y muchas veces ni desayunado.

Alimentación sana. La alimentación consciente es algo que todas conocemos e hicimos en algún momento, de bebés y niñas, pero que empezamos a perder a medida que fuimos creciendo. Se trata de volver a darle su espacio a la comida, y de conocer qué es eso que nos estamos metiendo en la boca.

De esta manera, conectamos nuevamente con nuestra sensación de hambre y saciedad, nuestros sentidos, y también tomamos consciencia del alimento y de todo lo que ha intervenido para que pueda estar en nuestra mesa.

Nuestro cuerpo es más que una carcasa o recipiente, es lo que nos permite interactuar con el entorno y percibir el mundo de una manera única. Y sinceramente, una vez que recuperas esa conexión y sentir, ya no quieres volver atrás.

Te propongo algo, la próxima vez que comas deja el celular, el televisor, la pantalla, el libro o cualquier otra distracción a un lado. Mira con atención lo que vas a comer, los colores, las texturas y las formas. ¿Te gusta lo que ves? Y si no, ¿por qué lo comes?

Alimentación saludable. Para – respira – repite

No sólo tenemos que comer algo que nos nutra físicamente, sino que también nutra a nuestros sentidos. Todo entra por los ojos, y si de saque lo que vas a comer no te parece apetitoso, empezamos mal.

Luego de observarlo a detalle, huélelo. Sé que siempre nos han dicho que oler la comida es de mala educación, pero no es necesario acercar la nariz al plato, puedes coger una porción en el cubierto y percibir los olores conforme lo acercas a la boca. ¿A qué huele? ¿Es algo que comerías si no lo vieras y te dejaras guiar por su olor? ¿Su olor hace que sientas cómo la saliva empieza a invadir tu boca?

Luego, mételo en tu boca y deja el cubierto en la mesa, ¡pero aún no lo mastiques! Siente la temperatura, la textura, y cómo tu lengua va percibiendo los sabores. Pon toda tu atención en tu boca. Cierra los ojos, mastica lentamente y disfruta. Extráele todo el sabor, tómate tu tiempo, y cuando tragues, siente cómo va pasando por tu garganta hasta llegar a tu estómago.

Agradece por todas esas personas y seres vivos que estuvieron involucrados para que ese bocado llegue a tu boca. Continúa con el resto del plato, míralo, huélelo, siéntelo, saboréalo, deja que forme parte de ti. Deja el cubierto entre bocado y bocado. Comer es un placer, y los placeres se disfrutan lentamente, no se apuran.

Sé que muchas veces es difícil poder comer de esta manera, con calma y con todos nuestros sentidos. Pero es algo que podemos ir recuperando poco a poco. Podemos empezar con una de las comidas del día y luego ir trasladándolo al resto. Como es algo a lo que no estamos acostumbradas puede que al inicio te resulte difícil, pero con la práctica lo harás de manera natural. Y podrás bajarle el volumen a ese diálogo mental constante, hacer una pausa, y disfrutar.

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