Lo científicamente probado sobre el AJO

Nathaly Aguilar Falconi

Diversas enfermedades como: Alzheimer, Parkinson, lesión cerebral hipertensiva, distrofia muscular, esclerosis múltiple, cáncer, degeneración de la retina, enfermedades autoinmunes, artritis reumatoide, diabetes mellitus (DM), síndrome metabólico, anomalías cardiovasculares, hipertensión, trastornos nefrológicos, infarto, artritis reumatoide, anemia, hepatitis, pancreatitis, arrugas prematuras y resequedad de la piel, entre otras, son producto de cantidades elevadas de radicales libres, los mismos que puede se pueden disminuir si consumimos “antioxidantes”; por lo que es importantísimo conocer los alimentos que son ricos en estos nutrientes, siendo uno de ellos el AJO.

El extracto de ajo muestra su efecto antioxidante al aumentar los niveles de glutatión (antioxidante maestro) y proteger una capa de las células del hígado de la oxidación de grasas. El ajo está compuesto por agua y los carbohidratos como la fructosa, compuestos azufrados, fibra y aminoácidos libres, vitamina C y A y bajos niveles de vitaminas del complejo B .

En algunos estudios se ha observado que el ajo reduce los niveles de colesterol en un 12%, asimismo los de triglicéridos. La máxima reducción de colesterol se daba con el empleo de ajo crudo, a una dosis diaria de 10 g (3 dientes) o de aceite de ajo a una dosis diaria de 8 mg. Posee un potencial anti-arterosclerótico, por lo que se debe usar para la prevención de las enfermedades al corazón. La alicina (antioxidante del ajo) se caracteriza por su actividad antibacteriana contra bacterias gramnegativas y gram-positivas como Salmonella, Escherichia coli, Staphylococcus, Streptococcus, Klebsiella, Proteus, Bacillus, Clostridium y Mycobacterium tuberculosis.

Además de utilizar ajos en el arroz, podemos incluirlo en la preparación de alguna carne a la plancha o en guisos. Otra manera de consumirlo es encurtido. ¡anímense!