Entrar y salir del quirófano sin dudar es otro modo de hacerle la guerra a la enfermedad
Por: Bomba de Cobalto (bombadecobalto@gmail.com)
El 11 de octubre del 2015, después de que mi oncólogo me diagnosticara cáncer de mama, la editora de Viù!, semanario femenino de El Comercio, me propuso que escribiera sobre ello. Como era la segunda vez que estaba batallando contra el cáncer (la primera vez fue en 1997, por neoplasia en el colon derecho) la idea era compartir columnas testimoniales en las que compartiera con los lectores aspectos clínicos, emocionales y utilitarios de ese desafío.
El seudónimo que usé para escribir esa serie de once entregas fue Bomba de Cobalto, en alusión directa a la máquina de radioterapia que se usa para el tratamiento de algunas enfermedades como el cáncer. Sigo firmando con este pseudónimo porque mi objetivo al escribir es que predomine la tutoría a otros pacientes y no el nombre de la autora.
La primera columna se llamó “Sin tiempo –ni paciencia– para el cáncer”. En ella relataba las recomendaciones que me dio el médico para preparar mi cuerpo, adaptarlo a la realidad que le tocaría vivir durante el tiempo que duraría la quimioterapia y la radiación. A medida que avanzaba el tratamiento entendí que un servicio de orientación de calidad es clave para ahuyentar el temor y sentirse renovada frente al desafío de la verdad.
Publiqué la última columna de la serie el 29 de mayo del 2016, mes y medio después de terminar el tratamiento con radioterapia externa. La titulé “Renacer” porque el pelo que perdí había vuelto a crecer, ahora más crespo y gris. En ese momento sentí que mi cuerpo le susurraba al oído –de quienes sabían del proceso por el cual había estado atravesando– que todo había vuelto a la normalidad. Las piezas finalmente habían encajado.
El propósito de mis textos fue compartir la urgencia de hablar, de preguntar, de explorar y explotar. De resolver las dudas de otros pacientes, dar respuestas a sus miedos, aligerar su carga de culpa – el “¿por qué a mí?” –, gracias a la colaboración de médicos, psicólogos, nutricionistas. Hay una necesidad de que las personas que nos encontramos en ese trance tengamos acceso a información relevante y oportuna antes de someternos a un tratamiento para neutralizar el estrés y la desconfianza mientras enfrentamos las vicisitudes del cáncer. Escribía con el pretexto de explicar a otros lo que estaba pasando y, de paso, iba entendiendo yo más de mi lucha.
Tres años después de comenzar esa serie de columnas vuelvo a sentarme frente a la página en blanco. Hace unas semanas regresé al quirófano para una histerectomía (extracción total del útero). La razón fue que mi endometrio (capa que cubre el útero) tenía un espesor de 15,2 mm (el rango normal por mi condición menopaúsica y 59 años de edad es máximo 0,5 cm). Mis médicos me explicaron que soy un paciente en riesgo (cáncer de colon y de mama) y había que encontrar las causas del engrosamiento: consecuencia del medicamento que tomo (terapia complementaria para el cáncer de mama) o la existencia de un nuevo carcinoma. Teníamos que actuar de prisa.
Entrar y salir del quirófano con tanta velocidad es posible también porque confío en lo que mis médicos dicen. Algo que agradezco es que ellos siempre me han permitido ‘tener vela en mi entierro’. Me resuelven mis dudas o al menos me orientan sobre lo que debo esperar de cada procedimiento.
Al día siguiente de la cirugía laparoscópica le comenté al cirujano que tenía un dolor a los lados laterales del cuello como si hubiese dormido en mala posición. Era algo menor, pero él se dio el tiempo de darme una exhaustiva explicación: “La laparoscopía utiliza gas de CO2 para insuflar la cavidad abdominal y permitir el ingreso de la cámara y pinzas. Es como inflar un globo. Eso produce distensión del diafragma por lo que se siente una molestia debajo de las costillas como “gases”. El nervio del diafragma se llama nervio frénico y se irrita. Al tener su origen en la región cervical duele como una contractura en el cuello que dura 24 a 48 horas”. Transcurrido ese tiempo el dolor ya se había esfumado.
Ayuda mucho en nuestra recuperación cuando los profesionales a quienes confiamos nuestra salud no sólo se ocupan de curarnos sino de guiarnos y ayudarnos a entender mejor nuestro cuerpo.
Para nuestra felicidad, el tejido estaba limpio. Quizás jugó a mi favor que me hiciera prontamente la ecografía transvaginal que me indicó mi ginecólogo. Es probable que si hubiese dicho “Qué flojera, me la hago después”, el final de la historia sería otro.
Me apena no decir lo mismo de algunos auditores médicos. Ellos no se ponen en los zapatos del paciente; por el contrario, suelen velar por la correcta administración de los recursos de las empresas aseguradoras a las que representan. Mantengo la esperanza que más temprano que tarde se entienda que el paciente es el centro del círculo virtuoso de los sistemas de salud público y privado.
- CONFÍA en tu médico.
- Si tienes preguntas y dudas, llévalas por escrito para tener una retroalimentación con tu médico.
- Lleva anotados los nombres de los medicamentos, vitaminas (por ejemplo, C o E), minerales (calcio o hierro) o medicinas alternativas, gramaje, dosis, frecuencia y la razón por la cual la estás tomando.
- Si algún medicamento no te cae bien, avísale a tu médico o al anestesiólogo para que busque alternativas. A mí, por ejemplo, no me asienta el Dormonid.
- Hazte los exámenes y pruebas que te indique el médico. Incluye las pruebas para el riesgo quirúrgico. En la prevención lo que vale es el AHORA y no el “DESPUÉS me lo hago”, porque DESPUÉS puede ser demasiado tarde.
- Si tu cirugía es femenina, no te rasures la zona del vello púbico o consúltale antes a tu médico. Hoy no se recomienda porque el afeitado produce microheridas que aumentan la probabilidad de infección en la zona en lugar de proteger la herida.
- Respeta el número de horas de ayuno (líquido y solido) que te indique tu médico. Ni un sorbo de agua.
- Prepara tu maletín. Si vas a entrar a la sala de operaciones por una histerectomía (extracción total o parcial del útero) u otra una cirugía femenina, lleva toallas sanitarias. Es normal tener una secreción vaginal sanguinolenta durante varios días o semanas mientras los puntos (la sutura) se disuelven y el tejido cicatriza.
- Si vas a tener más de tres semanas de reposo, prepara tu plan de ocio con anticipación (juegos de entretenimiento, manualidades, libros para leer, etcétera).
- Es importante minimizar el estrés antes de la operación. Busca un balance espiritual, psíquico y corporal.
Encuentra las columnas anteriores en: http://unosdiasconbobby.org