La enfermedad del amor

Afecto y sentido del humor para paliar el cáncer.

Un día durante la sobremesa conversábamos con unas colegas sobre el efecto de sanación que tiene en los pacientes diagnosticados con cáncer el recibir el afecto de las personas más cercanas. Coincidíamos que ese cariño es el equivalente a la práctica de las terapias alternativas unipersonales. Hace unos días una amiga nos contaba entristecida que su cuñada no lograba sobreponerse a la noticia de que tenía cáncer.

En la primera entrega de esta serie de textos, les conté la necesidad de escribir sobre la enfermedad del cáncer, porque me daba flojera volver a pasar 18 años después por el mismo episodio. Decía en esa columna que siempre he tenido ángeles que me tienden la mano para andar por el camino de la ilusión.
En otras semanas anteriores, he compartido con ustedes testimonios de personas como la enfermera que quiere encontrar las palabras adecuadas, la mejor forma de animar a su amiga de la infancia a continuar, a no rendirse pese a que en su caso ya no habría nada que hacer, salvo tratamientos paliativos. O el testimonio de aquella hija que tuvo que raparse el pelo porque su mamá – como muchas mujeres – no tenía el valor de hacerlo.

La hermana de la hija que renunció a su cabellera –con quien conversábamos ese día después del almuerzo– es una convencida (como yo) de que el cáncer es la enfermedad del amor.

A propósito de ello, recuerdo las conversaciones con el oncólogo Óscar Miró Quesada Cantuarias quien sostenía que los pacientes que viven en un ambiente armonioso y cuentan con una actitud positiva sobre la enfermedad tienen mayor posibilidad de curarse. Siempre recalcaba la importancia de mantener el sentido del humor, de reírse de uno mismo y de ser conscientes de que si bien el amor puede no sanar el cuerpo, te da una mejor calidad de vida.

En el aspecto personal, mi terapia alternativa consiste en girar hacia el sol para cargarme de energía y estimular de esa manera mi sistema inmunológico para que se defienda de las células cancerígenas que están transitando por mi cuerpo.

Las fiestas y reuniones con los seres queridos son el mejor momento para agradecer a la familia y amigos su capacidad de escucha y afecto. La buena vibra que permanentemente inoculan en nuestro organismo. Ellos son nuestros grandes aliados de ese proyecto de vida que nos lleva a dedicarnos a tiempo exclusivo a darle batalla al cáncer.

Esta columna apareció por primera vez el 20 de Diciembre de 2015 en el semanario viù! De El Comercio de Perú. Reproducida con permiso de la autora.