El cáncer no se vence ni con miedo paralizante ni con extrema irresponsabilidad
En la primera entrega de esta serie les comentaba de una persona muy querida que me dejó una huella imborrable, en particular su compromiso por influenciar en los demás sobre la importancia de enfrentar el cáncer con una prevención temprana. Será que, por eso, me gusta leer, conversar y escribir sobre la enfermedad. Y a través de mis experiencias busco humanizarla y hacer ver que, si lo enfrentamos a tiempo, el cáncer no es el monstruo que hemos abocetado.
Quizá ese ‘bichito’ de hacer que las personas nos familiaricemos con el cáncer haya nacido en medio de conversaciones- de las cuales fui testigo en la década de los años setenta- entre esta persona querida, y prominentes médicos como Andrés Solidoro, el padre de la oncología peruana, Eduardo Cáceres Graziani y Teresa Pasco. Lo que más recuerdo era su interés por generar en las personas, especialmente en las comunidades de menos recursos-, una cultura preventiva del cáncer, incentivándolas a realizarse exámenes periódicos y propiciando estilos de vida saludables.
Estoy segura de que muchas de mis actitudes y la manera como me relaciono con los médicos es fruto de esas tertulias. Esa debe ser la razón por la cual me resulta relativamente fácil establecer lazos empáticos con los especialistas. Ellos decían que si un médico no nos generaba confianza debíamos buscar otro que nos atendiera, pero que la simpatía o la antipatía no debía ser un argumento para elegir o descartar a un doctor: «¿Quieres que te curen o invitarlos a una fiesta?».
La importancia de asistir a los congresos médicos era otro tema recurrente. Los médicos deben ahorrar para asistir a un congreso por lo menos una vez al año, no solo para conocer las últimas investigaciones sino para establecer relaciones y saber con quién referirte si resulta mejor tratarte fuera. Y eso era en una época pre Internet. Mi médico oncólogo me hizo este mismo comentario hace unos días, refiriéndose a las nuevas generaciones: los jóvenes pueden descargar todas las presentaciones por Internet pero necesitan conversar y mirar a los ojos de sus pares al menos una vez cada tanto para establecer lazos de afectividad.
El propósito de esta columna es persistir en el camino de la recuperación y la ilusión. Caminar en los zapatos del cáncer para terminar de ‘matar’ al monstruo que aún llevamos dentro.
El doctor Solidoro, en su blog “Saber de cáncer”, se apoya en un refrán que atribuye a nuestro tradicionalista Ricardo Palma para ilustrar un modo saludable de abordar la enfermedad: «Ni tanto que queme al santo, ni tan poco que no lo alumbre». No debemos pecar ni de paranoia ni tampoco de un descuido irresponsable.
Esta columna apareció por primera vez el 22 de Noviembre de 2015 en el semanario viù! De El Comercio de Perú. Reproducida con permiso de la autora.