Se habló hace unos días de la supuesta peluca de la princesa Kate, cuando el tema debería de pasar por la recuperación de su salud y resguardar la privacidad de alguien.
En cáncer, la pérdida del cabello no es solo un efecto secundario: es un hecho cargado de significado.
El cabello es, en casi todas las culturas, un símbolo de identidad, fuerza y pertenencia social. A lo largo de la historia ha representado belleza, salud, estatus, poder, incluso espiritualidad. Por eso, cuando la quimioterapia hace su efecto, el impacto no es únicamente estético: es personal, social y cultural. Es sentirse “fuera de lugar” en un mundo que asocia la imagen con la normalidad y la vitalidad.
Desde la #psicooncología sabemos que este duelo es profundo. No se trata de vanidad, sino de dignidad. El cabello perdido se convierte en una marca visible de la enfermedad, en un recordatorio constante que se refleja en el espejo y en las miradas ajenas.
Sea la princesa, una amistad, un familiar, o alguien que conoces, convertir esta experiencia en chisme no solo es frívolo, es dañino: invisibiliza a miles de personas que atraviesan el mismo proceso en silencio. Personas que, además de la pérdida del cabello, enfrentan pérdidas mucho más duras: energía, proyectos, rutinas, certezas.
El tema de la reunión no debería centrarse en si alguien usa o no una peluca. El debate real es cómo acompañamos a quienes sostienen su vida en medio de tratamientos agresivos que alteran no solo su salud, sino también su sentido de sí mismos.
En medio del cáncer, hay necesidad de ser mirados con respeto, con humanidad y con la conciencia de que la vida vale más que cualquier símbolo externo.
Claudia Bernales, Psicooncóloga
@claudiabernales.psicologa
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