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Tumores benignos y malignos: lo que toda persona debe saber

Dr. Mauricio León
Cirujano oncólogo – Jefe de Unidad de Mastología – Clínica Ricardo Palma
Presidente de la Asociación Mauchis Contra el Cáncer
Director Liga Contra el Cáncer
Presidente Sociedad Peruana de Oncología Quirúrgica

A lo largo de mi carrera como médico, he aprendido que una de las palabras que más inquietud genera en mis pacientes es la palabra «tumor”. Basta con pronunciarla para que la ansiedad se refleje en sus rostros. Y no es para menos: el desconocimiento lleva muchas veces a pensar automáticamente en lo peor. Por eso, hoy quiero compartir mi visión profesional sobre una distinción fundamental: la diferencia entre tumores benignos y malignos, un punto clave que toda persona debería entender.

Desde la consulta, he visto cómo la confusión entre ambos términos puede generar angustia que la mayoría de veces es innecesaria. Aunque ambos implican una proliferación celular anormal, su comportamiento dentro del cuerpo es completamente distinto. Mientras los tumores benignos tienden a mantenerse «controlados y localizados en un órgano», los malignos presentan una capacidad de invasión y destrucción que exige atención inmediata y tratamiento especializado, ya que, de no hacerlo, es casi siempre letal.

En los casos de tumores benignos, suelo explicar a mis pacientes que estamos frente a un crecimiento limitado. Estas masas no invaden tejidos cercanos ni se diseminan por el organismo. Por lo general, sus células conservan una apariencia similar a las del tejido original y crecen de manera más lenta. Sin embargo, no por eso debemos subestimarlos: he visto tumores benignos que, al crecer en zonas sensibles como el cerebro, causan síntomas neurológicos que requieren cirugía y que incluso, pueden ser letales o algunos tumores benignos que si no son extirpados se transforman en malignos como algunos pólipos en el colon (los de tipo «velloso») o tumores mamarios (la «hiperplasia atípica») son ejemplo de estos.

Por el contrario, los tumores malignos presentan una amenaza mucho más seria. Desde el punto de vista clínico, estas formaciones están compuestas por células que han perdido sus mecanismos normales de control y se dividen de manera caótica. Lo más preocupante es su capacidad de propagarse a órganos distantes y si el órgano es vital es la causa de fallecimiento del paciente, a este proceso lo conocemos como «metástasis». Cuando esto ocurre, el abordaje médico se vuelve más complejo y exige un enfoque integral que muchas veces es multidisciplinario e incluye cirugía, radioterapia, quimioterapia, inmunoterapia y en ocasiones solo cuidados paliativos, sobre todo cuando estamos frente a un cáncer estadio IV o «metastásico».

Para llegar a un diagnóstico preciso, recurrimos a métodos como la «biopsia», que nos permite observar las células bajo el microscopio. Las malignas suelen presentar características anómalas: núcleos deformes, pérdida de organización y una alta tasa de multiplicación comparadas con las benignas y muchas veces necesitamos también de estudios especiales conocidos como la «inmunohistoquímica» para tipificar el tumor maligno y así clasificarlo en tipos especiales con tratamientos especiales también, personalizando así cada tumor maligno y su tratamiento. Además, indicamos estudios de imagen para evaluar la forma, naturaleza, localización, tamaño del tumor y su posible diseminación, conocido como «estadiaje del tumor» lo cual nos orienta sobre cuál es el mejor camino terapéutico.

Como médico, creo firmemente que brindar información clara es parte fundamental del tratamiento. Entender que no todos los tumores son sinónimo de cáncer y menos de muerte alivia mucho sufrimiento innecesario. A la vez, es importante no minimizar las señales de alerta y es imprescindible acudir a revisiones periódicas. La detección temprana marca la diferencia entre una solución sencilla y un proceso complejo y desgastante. Por eso, invito a todos a mantenerse informados, preguntar sin miedo y no posponer una consulta cuando algo no parece estar bien.

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